Acuden miles de personas desde el día anterior y acampan en una zona bastante llana, junto a la Ermita, que está plagada de encinas.
Allí, entre los encinares y al anochecer, se hace la procesión de las antorchas rezando el Rosario con velas encendidas y en la que participan miles de personas. 
La procesión va desde la Ermita hasta la encina donde, según la tradición verbal, se apareció la Virgen. Esta encina tiene la peculiaridad de que todas las bellotas que da, y todos los años, tienen una marca característica muy parecida a la imagen de la Virgen de Botoa.
Esta Virgen es una Virgen campera, tocada con una pamela, con un ramo de flores silvestres y alguna espiga de trigo en la mano.
El Rosario que se le reza tiene una letanía muy particular, hecha por mi buen amigo y ahora Hermano Mayor de la Hermandad, Gonzalo Robles. La letanía cuenta con las aprobaciones eclesiásticas correspondientes.
La Virgen procesiona el Viernes Santo, detras de su Hijo, ya muerto. Por eso tiene la cabeza ligeramente ladeada a la derecha y una cara llena de lágrimas de dolor y amargura. 
 
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